Mi amigo Aquiles Ciotog me ha regalado una hermosura de texto. Un texto que refleja sus vivencias y que me ha emocionado, porque comparto trozos de esos recuerdos en mi propia niñez.
"Como no recordar aquellas tardes de invierno, donde los juegos callejeros eran gratamente interrumpidos por el armónico grito "motemei, pelao el mei, calentito el motemei" que incitaba los sentidos y el apetito, poniendo la hiel a mil...
...Por sólo $100 podíamos degustar ese manjar nacido del maíz, el cual era repartido en una taza blanca con ribetes verdes (como en la que mi abuela me servía leche a la hora de once) colmada de esos aromáticos granos de oro. Luego de vender ese suculento plato, éste prócer anónimo cerraba su canasto, arreglaba su poncho y seguía su camino hacía quizás donde.
Una vez en la mesa, sólo se adornaba con azúcar y se comía caliente.
De esos juegos queda la amistad forjada y de nuestro amigo motemei, sólo queda la melancolía y la añoranza de oír su canto, el cual ha silenciado la modernidad"
Aquiles Ciotog.
Te agradezco amigo por compartir éstos recuerdos de un Chile simple, dulce, familiar.
Me da pena recordar que el último motero, Carlos Martinez siendo la quinta generación de ésta labor, y que vivía en Valparaíso haya terminado su hermoso legado el año pasado en busca de un mejor trabajo.
Yo aún tengo la bendición de seguir disfrutando éste dulce motemei, puesto que mi abuelita de 90 años lo prepara como antaño.
La preparación tiene muchísimo trabajo, esfuerzo y horas dedicadas en producir éste delicioso plato.
Cuándo ella pueda hacerlo, la fotografiaré y dejaré el testimonio de un plato que ya está prácticamente extinto al igual que nuestro viejo motero.
Estela.
No hay comentarios:
Publicar un comentario