jueves, 14 de noviembre de 2013

El rudo oficio de Matarife en Franklin

Chicos, tengo un artículo de Diario La Tercera, fecha 07 de Octubre de 2012 y he querido compartirlo textual:

Tras 126 años de historia Mario González cuenta su pasado como faenador de animales en el primer matadero municipal de la ciudad: Matadero Franklin.
Éste artículo de La Tercera (por Diego Villegas) y quiero compartirlo como testimonio vivo sobre lo que comenté en ésta entrada Ruta Barrio Matadero y éste texto del diario dice lo siguiente:

Cuando Mario González Marabolí (83 años) toma el cuchillo y el afilador afloran de inmediato sus recuerdos como matarife del barrio Franklin. "Trabajaba a pie pelado, en invierno y verano, y metido en agua helada como hielo. Era un oficio salvaje y bruto. Cargábamos cerca de 80 a 90 kilos de carne y corriendo" rememora.

Llegó a este barrio bravo y popular cuando tenía 16 años por su padre, que desde pequeño le enseñó el oficio de carnicero. Gracias al arte del "cuchillo largo" llegó a faenar 90 novillos por día, cuando en Franklin se mataban cerca de mil cabezas de ganado a la semana.

"Estábamos toda la noche trabajando. Terminábamos y nos sentábamos en la escalera para lavarnos. Ahí nos quedábamos dormidos", cuenta el ex cuchillero.

En el viejo desolladero los horarios eran extenuantes. Se llegaba a las tres de la madrugada y la cuadrilla, un grupo de 18 personas no paraba de faenar hasta las 11 de la mañana. Los carniceros hacían lo imposible para no caer fatigados al suelo.

Había cuatro desayunos durante la jornada de trabajo. Antes de entrar, se tomaba un reconstituyente caldo de pata. "Después, como a las cuatro, un café con sanguche y, a las siete, una cazuela de ave. A las 10, un bistec con ensalada. Se comía mucho. Era la única manera de seguir trabajando sin parar", recuerda.

El Matadero Franklin se creó el 5 de noviembre de 1847 en dos potreros del fundo San José, pertenecientes a Antonio Vial, que quedaron reodeados por la calle San Francisco, Arturo Prat, Franklin (antes llamada Valdivia) y Placer. Vial donó tierras a la Municipalidad de Santiago y luego sus posesiones se destinaron al recinto.

Era un gran galpón de dos cuadras de largo. Ahía se "paseaba" a los animales por los diferentes departamentos, las divisiones donde Mario y las otras cuadrillas trabajaban. En total, unos tres mil matarifes proveían de carne a la mayoría de la población de Santiago.

Hoy no quedan matarifes en el barrio y, según González, de los faenadores que trabajaron con él, apenas quedan unos 20 vivos.

La construcción donde se emplaza el Matadero ahora está cerrada y sirve de bodega para los proveedores de hortalizas y abarrotes que ofertan sus productos en el sector. "Me da pena ver el estado en que está todo ésto", revela el ex trabajador de animales al ver la fachada repleta de grafitis.

A comienzos del siglo XX, el barrio era considerado un lugar apartado, pero con el crecimiento demográfico se unió a la ciudad. Incluso, Franklin adquirió mala fama y sus habitantes muchas veces fueron catalogados de pendencieros sólo por matar animales. 

"Hay un discurso que se alza en torno a la "masculinidad" del matarife. Está vinculado con un deber ser fuerte, recio vigoroso. La exigencia de la faena contribuía a cerar un trabajador tipo que tenía que ser diestro con el cuchillo y tener más de una mujer, como muestras de inalterable hombría", apunta Araucaria Rojas, autora del libro Memorias de la cueca centrina, una investigación sobre el barrio Franklin.

La historiadora agrega que el Matadero destacaba por la camaradería y compañerismo entre sus trabajadores. Después del trabajo, incluso se bailaba cueca.

"Pasaban de fiesta en picadas y casas de niñas. Se festejaba alrededor de bailes y cantos. Asimismo, las toreaduras, el boxeo y el fútbol eran algunos de sus ricos y valiosos modos de convivencia", añade.

"En los restaurantes se cantaba. Aportábamos la carne del asado. Llevábamos dos corderos entre 10 hombres y ahí estabamos todo el día. Comíamos y se pasaba muy bien", replica Mario González.

El Matadero fue clausurado en 1973. para las autoridades de la época, el funcionamiento del lugar no estaba acorde a los estándares de sanidad y fue catalogado como poco higiénico.

"Las cuadrillas y el sindcato parecían formas anticuadas, por lo que se decidió suplirlas por un trabajo mecanizado y que prescindiese de sindicato y tantos trabajadores. En su reemplazo, se creó el Matadero Lo Valledor", remata Araucaria Rojas.

Creo que es imprescindible tener conciencia de nuestra historia, de nuestro pasado como país y ojalá se pudiera valorar tanto por las autoridades como también por el colectivo de los ciudadanos chilenos. Sobre todo santiaguinos que quieren su región y puedan aprender más sobre lugares ricos en historias de vida, que dan paso a cuecas bravas y alegres.

Estela

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